viernes, 7 de octubre de 2011

30 años 30 lecciones: No vale la pena sufrir por ser aficionado a un deporte o equipo en particular.

Escribo este el día de hoy, viernes 7 de octubre, día en que la selección de Costa Rica juega en contra de Brasil, en el estadio nacional de Costa Rica. La expectativa honesta es que Costa Rica pierda. Por cuanto, no sé, pero no voy a ser iluso creyendo que vamos a ganar sobre todo con la cantidad de “estrellas” que tiene Brasil. No obstante si albergo cierta posibilidad (mínima) de que con mucha suerte y muy buen juego se pueda  empatar y talvez ganar.

Por lo general, y quienes me conocen lo pueden confirmar, soy muy optimista con todos los equipos que apoyo, sea en fútbol, básquet, ya sean profesionales, la selección o simplemente un juego entre amigos. No obstante, mi optimismo no debe ser confundido con fanatismo.

Me he dado cuenta que uno de los grandes males de las personas es entrar en el fanatismo, en la obsesión absurda de apoyar tal o cual equipo, de cualquier deporte, cegandose de ver los errores u horrores de sus integrantes. El fanatismo hace que la persona sufra, se acongoje e inclusive entre en conductas destructivas tanto de la propiedad privada como en algunos casos de relaciones interpersonales (familia incluida) e inclusive autodestructivas.

Este año uno de los equipos más importantes de Argentina descendió a segunda división y muchos de sus seguidores enfurecidos con el equipo con los jugadores, el club, los directivos destrozaron parte del estadio, así como muchos de los establecimientos cercanos, esto es fanatismo.

Hace unos años aquí en Costa Rica, en un partido entre dos equipos importantes del país un muchacho murió consecuencia de la estupidez e insensatez de uno de estos fanáticos que lanzó una piedra y el muchacho sufrió tal golpe en su cabeza que acabó con su vida. Incidentes como este se repiten en cada deporte alrededor del mundo, violencia entre personas que por “apoyar” a su equipo defienden a capa y espada las decisiones de sus directivos o jugadores, aún cuando muchas de estas pueden estar hartamente erradas.

El fanático olvida que el deporte es para el disfrute y que los equipos de cualquier deporte son mero entretenimiento, que su vida ni la de nadie debe depender de esto; al menos yo tengo claro que la mía no depende de esto y puedo sentarme a disfrutar de un partido del equipo al que apoyo sin la necesidad de atacar a quien no lo apoya, o sin la necesidad de denigrar al otro equipo. No quiero decir con esto que no me enoje, grite, celebra y viva con gran interés cada juego, sin embargo, terminado el partido puedo comentar, reírme y pasar un buen tiempo con quienes estaban apoyando al equipo contrario sin importar el resultado.

El fanatismo no es pasión, es obsesión, es falta de razón y por ende muy peligroso porque a la hora de unirse varios fanáticos en masa pueden causar severas consecuencias negativas.

Por ello, uno de mis aprendizajes en estos años es no sufrir ni vivir dependiendo de los resultados de tal o cual, si tengo el chance de ver o escuchar el partido, lo disfruto y apoyo a mi equipo, y sino, pues después me entero del resultado porque igual lo vea yo o no, no hace diferencia en el resultado.

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